sábado, 22 de noviembre de 2014

Simón Bolívar y la Navidad

Simón Bolívar es uno de los héroes de la Independencia Americana 
más representados en la cultura popular del continente 
(imagen del archivo de Ciudad Cojedes) 

(imagen del archivo de Ciudad Cojedes) 


Bolívar desde niño en el imaginario popular 
(archivo de Anguiney)





SIMÓN BOLÍVAR Y LA NAVIDAD (cuento de Isaías Medina López)

Ningún sitio en el mundo como Cartagena de Indias para pasar la Navidad de 1812. Nueve noches antes del 24 de diciembre un alborozo muy genuino mezcla la todavía reciente independencia de la ciudad y la tradición de los festejos que inunda las casas, las iglesias, las calles; la gente. Y en ese 15 diciembre, mientras se vociferaba el antiguo Pregón que anuncia la Navidad, Simón Bolívar regala  al mundo su Manifiesto de Cartagena.
El joven comandante, de apenas 29 años es la estrella rutilante de aquellas pascuas.  Las invitaciones a las tertulias de bohemia política, tan gratas a su  espíritu, se multiplican, se confunden y se solapan entre sí. En medio de su regocijo, Abel, su secreto guardián colombiano, le aplica un violento freno a su creciente alegría:
-Ramón Correa marcha contra nosotros, con 300 indios motilones y 500 realistas.
Lo de los 500 realistas era lo de menos.  Saber que un batallón de los bravíos indígenas de Perijá le presentarían batalla retumbaba  en todo su ser. Abel seguía describiendo con precisión el contingente enemigo, pero Bolívar solo pensaba en los indómitos motilones, los conocía por su fama de inclementes, de flecheros certeros incansables a los que tanto admiraba desde la infancia.
¿Pero, como pudo suceder semejante atrocidad? Le pregunta Bolívar.
-Correa les convenció con falsas promesas y con el engaño de que usted les quitaría sus tierras en caso de vencer a las tropas leales a España. Esa fue la respuesta de Abel. 
La jugada parecía turbia, pero muy lógica. Ramón Correa, era un avezado brigadier realista; nacido en África y casi duplicaba en edad a Bolívar. Además,  poseía la convicción de que “en la guerra todo se vale” y lo aplicaba al pie de la letra. Sin dar pie a la menor duda, Bolívar da una rotunda orden:
-No regreses hasta tener buenas noticias.
De allí en adelante el joven patriota asiste a las galas decembrinas bajo la enorme expectativa que se genera su sola presencia, aunque muy adentro, su ánimo se había marchado en los ojos y oídos del ferviente Abel.
Lejos del encanto marítimo de Cartagena, los días en el  campamento de Correa son muy distintos. Días de pesadas marchas por los escabrosos montes que van del Zulia hacia Cúcuta y de reuniones de jefes guerreros claramente dividen a aquellos aliados: los españoles por un lado y los "motilones bravos” por otro.
Siendo la desconfianza un impulso tan poderoso, el cacique Barabará, jefe de todos los motilones que marchan con Correa,  manda traer a un piache junto a los otros líderes para discutir el futuro de sus guerreros. El sabio y anciano Dombé, hace encender una fogata y sobre ella lanza una paloma buscando adivinar en las volutas de humo lo que les traería su destino. No bien se dispusieron los jefes guerreros  cuando, de pronto, toda la leña y el ave se consumen en cuestión de un minuto. Repiten el ritual una segunda y hasta una tercera vez y el resultado es el mismo: todo se esfuma ante sus ojos.
El día previo a la Víspera de la Navidad, el Día de Santa Victoria, Bolívar, debatiéndose entre sus deseos de conocer las costumbres de Cartagena y su angustia por la suerte de la batalla próxima con Correa y los motilones,  asiste a lo que sería para él una novedosa  tertulia en casa de Don Manuel Caicedo y Cardoso. El encuentro no podía ser más auspicioso. Una extraordinaria sensación de magia navideña invadió el corazón de los allí presentes.
La ceremonia se centra en la invocación de la  “Luz de Buenaventura” o “Luz de Santa Victoria”. En un adornado mesón colocan una larga vela de vivas coloraciones amarillas,  verde y azules a la que todos los presentes –al  mismo instante- intentan encender luego de hacer en silencio alguna petición para el venidero año y cuyo favor se le encargan al Niño Jesús: quien lo encienda de primero recibirá el favor solicitado. El amable grupo se traslada a un patio posterior de la casona y convierte a Bolívar en el centro de atención,  sin embargo una novedad rompe la armonía del grupo: la vela ha desaparecido. 
A esa misma hora Ramón Correa, en su cuartel cercano a Cúcuta, es sobresaltado por sus ayudantes: -“Los motilones se ha fugado”.
Enérgico, como siempre, ordena que se les persiga. Con la suposición obvia del retorno de estos guerreros a sus tierras, se movilizan los españoles hacia el camino de venida. Y nada. Ni un rastro siquiera, pues aunque aparezca un enigma inescrutable o un acto supremo de hechicería ancestral, el cacique Barabará condujo a su batallón de motilones a donde jamás los realistas podían encontrarles: hacia adelante, luego dando un largo rodeo, tras marchar toda la noche,  tomaron un viejo camino indio que los hombres de Correa desconocían  por completo.
A las seis de la mañana de aquel 24 de diciembre el joven libertador desafía el temprano frío de enero enseñoreado en la ciudad. Con los ojos abiertos a más no poder, adivinó un punto en el camino que crecía segundo a segundo. Abel, su fiel informante, que partió con la orden de no retornar hasta traer buenas noticias,  estaba de regreso con el rostro vivazmente iluminado y al que después el mismo Bolívar,   llamaría: “La Milagrosa Estrella de Santa Victoria de Cartagena”.  

Nota: El 28 de febrero de 1813, en la ciudad de Cúcuta,  justo a las 6 de la mañana, Simón Bolívar y Manuel del Castillo y Rada, frente a un contingente de 500 patriotas derrotan al brigadier  Ramón Correa al mando de 800 realistas.  Este hecho de armas se conoce como el inicio de la Campaña Admirable.      

3 comentarios:

Alfredo Cernuda dijo...

Un relato muy interesante, Isaías. Un fuerte abrazo para ti y para Cojedes.

Unknown dijo...

Felicitaciones Isaías, no existe nada más noble que avivar en los CORAZONES BOLIVARIANOS una llama que -lamentablemente- poco a poco se apaga...QUE VIVA BOLÍVAR CARAJ...!!!

TASCA dijo...

Excelente relato primo Isaías... que la luz de Buenaventura” o “Luz de Santa Victoria nos elimine hoy a Venezuela en el cumpleaños del Libertador Simón Bolívar.